domingo, 9 de septiembre de 2012

Perdida

No, señora, no está conmigo, está escondida en la bahía, devorada por los zancudos de septiembre resucitará al tercer día y multiplicará el vino de las botellas vacías y usted podrá mirar su renacer. Regresará cansada con los pies hinchados mitificando la peregrinación de Aztlán a Texcoco; pero volverá a sus misteriosas citas de media semana caminando con la sagacidad de Micaela deslizándose por los laderas de un torso cabalgando a pelo la pasión y bailará en calzones o desnuda como suele hacerlo cuando la invade la locura de vivir sin restricciones. Busque bien en los recovecos de su mochila escolar en los sueños dispersos de su almohada en el aroma de los restos de su café en el panfleto de la marcha de agosto busque, señora, busque en la fiebre del primer frente frío en las páginas subrayadas de sus libros en sus besos y en sus orgasmos en su risa y si la encuentra, antes que yo, no deje de avisarme.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Jacalito

Mi padre construyó el jacal con maderas tropicales de la montaña trajo la palma real de las vegas de Treto y tejió un techo de esmeralda en una tarde amarillenta de noviembre Fui de la mano de mi madre y lo vi equilibrarse sobre el caballete, bajar por el horcón de enmedio y disfrutar los dulces de ajonjolí que preparó su mujer. Después lo vi sarpear barro en las olorosas paredes de barreta y las blanqueó con aguacal era un jacal alegre mi padre cantaba mi madre trajinaba silbando y había una ventana verde hacia el oriente por donde alguna vez se asomó un cometa esplendoroso. Y entre el colorido de las cartulinas recuerdo que reía pero también lloré, muchas veces, amedrentado por el terror de las noches estrelladas.

Luna

Ese poema debí haberlo escrito yo pero se me adelantó el poeta con esa prontitud de los que anhelan alcanzar la luna ¡la puta luna! de la que todos se enamoran de su luz que no le pertenece de su frialdad tan helada como un hielo: inodora, incolora, insípida ilusión vagando entre las páginas pusilánimes de los sabihondos del amor. Tú quieres alcanzarla y ver desde allá tu tierra, tu origen, pero yo te digo que allá la soledad tiene su imperio... es la vanidad de tu nostalgia la que te arrastra a la ausencia y ese poema que ni siquiera es mío. No, no es mío ese poema he pensado escribir mis versos en tu espalda pero tampoco es nuevo impulso alguien prostituyó también ese tatuaje con la lengua como el bebedor de tinto en el ombligo; no hay novedad que te sorprenda hay vértigo de versos reciclados hay suicidas lanzándose al vacío hay beatas ganándose un cielo inexistente un paraíso desierto y percudido por los sueños de los sueños de nuestra propia muerte. Y que conste te escribo desde la otra soledad la otra ausencia la otra maldición de los poetas moribundos la de la médula que habito en el ínfimo universo de mis cavilaciones.