domingo, 29 de noviembre de 2009

ALARDE DE MEDIO SIGLO

Mi amante tiene la edad de las violetas
y el aroma encendido de la parra
en la débil esperanza de un sol otoñal.

Disecó el torso helado de febrero,
cuatro días después de haber nacido, y parte en silencio,
como todas las amantes, antes de que termine el día.

Borró el destino inscrito
en la palma de mi mano
y el estigma de su inocencia es una maldita sumisión.

Inscribió su nombre en la última línea de su siglo,
cuando yo redactaba el epitafio
de un gallo de fuego moribundo.

Mi amante es la edad abandonada en el espejo
y el sino del desconcierto en los años
que todavía no llegan.

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