domingo, 10 de octubre de 2010

BOTELLA AL MAR

El mar de autos ruge en la marea del viernes. No hay faro que oriente a los enamorados, a los cazadores de ostras en el cielo. Solo quedan preguntas sin respuestas y la suerte de un mensaje entre las manos de un indigente paticojo. ¿En qué orilla mojó sus pies la que lanzó sobre la espuma esa botella? ¿en qué horizonte clavaron la mirada sus ojos anegados? ¿cuántos años doblaron su paciencia de mujer? En la costera, una calle maltratada por los vándalos del sueño, un hombre lee el mensaje abandonado a la suerte de los pepenadores: “sin la certeza, pero con la esperanza de verte, estuve aquí, a la misma hora, en el mismo espacio, esperando verme en tus ojos”. El indigente guardó el mensaje y la botella en su costal de recuerdos y siguió remando a contracorriente.

Obsequio

Trajo de regalo un año envuelto
en su piel adolescente
vino descalza
retando al fuego envejecido
de un almanaque de cocina.
El clamor impúdico de sus pechos
encendió el incienso
de la perversión
y en el ritual tragué el cítrico sumo
de sus labios,
doblegado ante la sabia irreverente,
de sus escasos años,
rogué, supliqué, pedí
que sepultara mi esqueleto
en el osario de los tiempos muertos,
ella sólo cumplió un deseo:
amortajar una docena de meses de hotel.

viernes, 1 de octubre de 2010

Tíos

Se llama Pablo y es mi tío
el cojo de la familia
Se llama Hilario y es mi tío
el ciego de la familia
Se llama Lázaro y es mi tío
el que se levanta y anda.

domingo, 25 de abril de 2010

TENTACIÓN

Un día beberé el vino de mi sangre y derramaré vinagre en la herida que me dejas.
Saldré a la calle y el calor azotará mis sienes perforadas y lo que digas, todo lo que digas, saldrá sobrando.
Te preguntarán qué ha sucedido y confesarás que fuiste infiel al sueño, a la estúpida razón de los enamorados.
Dirás que tu abuelo tiene las orejas grandes y exageró al vivir cien años, al tiempo que enrollas los recuerdos para tapar la salida de un suspiro, el último suspiro de la vida.
No intentarás volver a verme porque sólo los tercos son tenaces y tú estás por encima de toda concupiscencia ruin.
Tendrás frente a ti una hoja en blanco; y tu mano, también blanca, irá trazando mi epitafio, el que siempre repetías después de hacer el amor en esos hoteles tan baratos.
Será un lunes, o tal vez un martes, nunca otro día, en el puente de mis horas francas, oliendo el café con leche de mi boca, cuando te despidas de mi sombra.
Un camino de luz te llevará cantando a otros brazos, a otras sábanas tersas mientras mi rostro es abatido por las flores del funeral que nunca quise.

domingo, 4 de abril de 2010

MARTIROLOGIO

Cavilaba entre sus ruinas
en la basura de los desaciertos
esperando encontrar
un signo de reconciliación
con el destino de sus últimos
veinte años de naufragio
y tropezó con una lata de cerveza vacía
que le recordó a su padre muerto.
También había un Cristo enmohecido
desprendido de su cruz.
En el patético rostro
de una muñeca calva
dejó caer la última luz de su mirada
antes de rendirse al silencio
a la soledad
al abandono.
El vacío había inundado
sus bolsillos
y la desolación de lo que alguien
le dijo era el sentimiento
del amor
debilitó la escasa fuerza
de su voluntad mermada.

SUICIDIO

Sólo basta un puñal
un disparo
o la tensión de una cuerda
para escapar de esta prisión
de las emociones.

VISIÓN

Hoy vi a un hombre
llamar a misa,
tocaba la campana
con una piedra.
Hoy escuché a una mujer indígena
llamar al hombre
por sus actos.
Hoy me dolió el pecho
igual que ayer
las campanadas de la vida tañen
el dolor fecundo
del último trago
que beberé contigo.
Tengo sueño
empiezo a morir
y puede que no amanezca de nuevo.

jueves, 25 de febrero de 2010

IN MEMORIAM

Te hubiera agradecido el punto final de aquel poema
inscrito en las sábanas de hoteles
en el traspatio del museo de historia
bajo la sombra nocturna de la calle América
en los guijarros y el lodo de tus zapatos viejos
sobre las mesas de las cantinas donde nos ocultamos
en la montaña humedecida por la lluvia vespertina de mayo
impreso en los lunares de tu espalda
en las seiscientas fotos que guardo en mi memoria…
Y ya no sé si me perteneciste
o fue un invento de mi urgida soledad
una fantasía labrada en el deseo
en tus ausencias y en la desnudez de los reencuentros
me queda escueto y solitario el nombre
las seis letras bautismales del pecado
de la pasión, del escape.
Ya no estás
y el poema es imperfecto
inconcluso
te fuiste
y el vaho de tu recuerdo
lo borra lentamente con su aliento
el ángel de mi guarda.

martes, 26 de enero de 2010

EL PERÓN DE LA CASA Y EL ADIÓS A MI PADRE

Despiertas desabotonando el cáliz de tus flores que se abren en el blancor de tus destellos. Te rodea el aura de una pureza argentina bajo un cielo malva y escaso de nubes. Hay colibríes y mariposas amarillas y las abejas arman su festín de primavera. Se escucha la tonada de una canción apagada por la muerte. Los marineros esta vez partieron tristes de la ensenada. Ya nadie cantará sus aventuras. Las hojas vendrán después con la timidez de sus colores hasta atiborrar tu copa de esmeraldas esperando que madure el sabor antes de agosto. Hierve el sol y las peras son cuerpos de mujer que penden seduciendo al paladar de los que pasan por la calle y alzan la mirada para desearte. La cosecha es el ritual de manos al aire, de la dádiva, de alcanzar tus ramas vencidas por la entrega; de compartir con los vecinos el dulce jugo que nos regalas año con año, como las toronjas del huerto de Aldamas. Ya en el canto de los primeros vientos otoñales, las doradas mariposas de tus hojas irán cayendo en la mortandad de sus alas. La soledad se irá apiadando de tus despojos y yo me sentiré abandonado y triste porque ya no tengo padre. Morirás para renacer, pero mi viejo no regresará y quizás llore lo que no lloré cuando partió. O a lo mejor beba para enloquecer con sus recuerdos. Pero también puede que no haga nada, tengo ateridas las manos y un nudo atascado en la garganta. Sólo me resta mirarte y esperar que enero desnude tu pobre esqueleto y resistas las caricias del invierno. Las tortugas duermen el sueño hibernal cubiertas con la colcha de hojas oxidadas y las lombrices no se dan abasto en su tarea de descomposición. Pienso en la invasión de los gusanos devorando al que me dio la vida y no estoy yo para espantarlos, para gritarles que lo dejen descansar en paz, que no profanen su cuerpo, que no interrumpan su sueño, que no abusen de su ausencia. No hay quién te quiera, perón, en estos días. Y a mí tampoco. Los carpinteros picotean los postes de luz y una paloma se caga en lo alto de tus ramas. Tus brazos secos imploran humedad, pero hace frío. Y resurge el sueño de tumbarte, de talar el misterio de tu tronco envejecido para dar paso al porche, tan anhelado desde años. Un día de estos una plancha de concreto sustituirá tu sombra; tu desolada figura será un recuerdo fotográfico y yo estaré tan viejo como cuando murió mi padre ahogado en la añoranza de mi abuelo para el que siempre tuvo un recuerdo en cada noche. Ay, cuánta tristeza, perón, cómo duele tu fortaleza mermada por la estación. Oigo silbar el tren a lo lejos. Allí va mi padre y yo le digo adiós.