sábado, 22 de febrero de 2014

FELIPE

Y de pronto descubres que has de morir al día siguiente que tu sueño ha durado sesenta y tres años y no has reparado la mecedora del porche el jardín se ha vuelto un matorral y tus fuerzas no alcanzan a cerrar la tijera que lo poda ni puedes subir a la azotea para supervisar el trabajo de impermeabilización se ha cumplido un año y el dolor entró cuando abrieron tu cráneo para sacar un tumor malhumorado convertido en manzana de la discordia despertó la muerte junto a tu oído derecho mientras Elizabeth dormía incrustada en tu costilla izquierda la vida está de espaldas contra la pared donde recargas tus ahora frágiles huesos sabes que partir es una urgencia involuntaria y no hay a quién pedir perdón si acaso un testamento de amor signado en el desvelo de tus últimos días este mes te dio la bienvenida en el desconcierto de una helada y el mismo mes te dice adiós, cuando apenas brotan las flores del durazno.

sábado, 1 de febrero de 2014

SALVAR EL CUERO

Envejecí y no pude cambiar de piel Neja y percudida, se fue llenando de besos y lunares de amores perturbados Hubiera deseado desgarrarla en los zarzales de la conmiseración pero seguí arrastrado por la perseverancia de un mejor momento La espera, la tonta necedad frustrada de mudar, de renacer bajo el chorro de la fuente fue siempre la esperanza en mis bolsillos rotos Un barco de papel zarpó de mis axilas y navegó los años infinitos entre tempestades de resolana y frío Finalmente ancló sus aventuras en los poros salobres de mi propia suerte Las verrugas brotaron como alcachofas en el cuello y las ingles hasta inhibir el entusiasmo pueril de los orgasmos Hubo grietas y sismos hecatombes lacerantes de otras pieles Perdí el pelo y los dientes Zurcí las roturas con saliva y los remiendos son trofeo de la nostalgia Ahuyenté los sueños que me acosan y pernocté en la caverna de los zorros azules. Ahora, solo me resta salvar el cuero de la melancolía.

FIN DE MES

Sé que tienes los pies fríos en mi ausencia yo duermo con serpientes que prolongan su agonía después de muertas la ciudad está cubierta de polvo pero en mis sueños hay lluvias torrenciales inundando las calles antiguas mi refugio son los sillares de una casona llena de fantasmas donde han cerrado el bar las rigurosas normas de una moral dominguera y también padezco la frialdad de mis despojos busco el baño en el drama de la necesidad encuentro un mingitorio cubierto de hielitos salobres mi orina fluye a borbotones y un vaho de santidad satura el ambiente a noviembre le llega su día de saldar cuentas y a mí esta noche me sabe a dolor de estómago.

BIOGRAFÍA DE LA DESDICHA

Tengo una vida que no me pertenece, pero much@s se sienten con derecho a gobernarla. Nací en las montañas, en el ensayo amoroso de mis progenitores. Estudié para conocerme y me doy asco de la ignorancia que arrastro. Sigo el camino derrotado de los mortales y empiezo a desmembrarme en la terquedad por alcanzar el cielo que me prometieron. Ayer perdí un ojo frente al espejo y el hígado comienza a joder nuevamente mi costado. Desdentado y paticojo despierto la compasión de los amigos que no tengo. Traigo en la punta de la lengua un diccionario altisonante de estupideces que quiero vomitar en la cara de mis enemigos. He llorado tanto, que la sal de mis lágrimas, erosiona mi rostro con un beso lanzado con la mano. La última mujer se fue llevándose mi oreja izquierda y los hijos son recuerdos rodando por las calles de la ciudad donde mendigo. También hay abortos que me maldicen desde el infierno. Estoy aquí, bajo la furia líquida de un huracán que lleva mi nombre; en el crucero de las indiferencias, esperando nada, sostenido apenas por los alfileres de la desdicha, cantando un arrullo en no sé qué lengua que aprendí y convirtiéndome poco a poco en el peor de los recuerdos.

GALLERO

El gallero fue un apostador que nació para perder aunque siempre pensó que ganaba. Y partió después de su última pelea, entre el griterío desquiciado de sus partidarios. Atrás quedaron las plumas dispersas y un giro con la sangre palpitante en el cuello. Los días iluminados de su destino fueron de luz y alegrías; pero sus noches, consteladas por los fantasmas de su propia persecución, mermaron la fuerza de su aliento. Se fue, llevando bajo el brazo la libertad que no le sirvió de nada, si acaso para esconder la vergüenza de su fatalidad. Heredé su maldición. Arrastro la suerte del gallero y duermo en el rincón de los abandonados de la casa donde habito. Expulsado de los edredones conyugales, el sueño me sorprende de madrugada haciendo un recuento de los daños a terceros. Y en el sueño se derrumba el sueño mismo de una casa de arcos dibujada. Es un equívoco el deseo. El día comienza en el desierto de mis sábanas donde no hay humor ni fantasías. Donde las historias carecen de protagonistas y escenarios. No tengo identidad, soy apenas el símbolo perdido de la inmoralidad, el emblema degenerativo de mi especie. Mi voz, tímidamente irracional, está anudada en la trampa ruin de un sentimiento insustancial.

LA MARCHA DE MONTERREY

El sol, tirándose en el horizonte, dejó caer su luz sobre la espalda de Madero, el prócer de la democracia, extendiendo su sombra en las baldosas del callejón 15 de mayo. Su brazo izquierdo en jarras y con un gesto adusto parecía protestar la imagen que se le presentaba enfrente: una multitud de jóvenes inquietos gritando consignas y levantando cartelones improvisados, protestando los resultados recientes del ejercicio democrático de la elección de presidente de la República. Gritos ensordecedores y un aparato de sonido débil, apenas audible, desde donde se arengaba a no permitir el fraude electoral. El repudio al recién electo Peña Nieto hacía eco en la enorme manta roja, pendiente del edificio de la plaza Centenario, donde un letrero pretende convencer y convencerse en sus propias palabras: GANAMOS PEÑA NIETO PRESIDENTE. Y a lo lejos el símbolo de los regiomontanos: un cerro de la silla imponente, enmarcando el escándalo de la jovialidad, rodeado de nubes blancas. Tú eres pueblo dicen las tirillas que reparte una chica de minúsculos pantaloncillos. Y la sonrisa, en el rostro agrietado de doña Rosario Ibarra, luce satisfecha. Pepe Charango se esfuerza en tratar de convencer a un joven (de piel muy blanca y terriblemente erosionado su rostro por los volcanes que produce el acné) de que este movimiento será efímero y no cambiará nada. Le resume su experiencia setentera y el juicio de entonces a Echeverría. Y no pasó nada, le dice. No pasará nada tampoco ahora, asegura, es la historia de siempre. El chico bombardeado no sabe qué responder, apenas alcanza a sugerir que si esto se retoma y repite en todos los estados, se puede cambiar el mundo que le ofrecemos los adultos y los gobernantes y los partidos y los padres. Luego inventa una excusa y huye del envolvente discurso de Pepe. En la parte alta de la Macroplaza, Cielito lindo, un viejo activista del magisterio de la sección cincuenta, trata de explicarse el fenómeno y siente cosquilla de participar. Ya vio discurrir a Tomás Armas, aquel inquieto promotor del canto nuevo y de los espacios culturaleros que mezclaron pensamiento, ideología y cerveza en su novedoso espacio: La noria. Cielito lindo se convence de que hay que dejar a los jóvenes y aplaca su cosquilla. Su hermana está a su lado, expectante, paseando entre los manifestantes que recorrieron acalorados y sudorosos el centro de Monterrey para llegar a la concentración de la Macro. Sobre un macetero de cantera, junto a la fuente y a las escaleras del sur de la explanada, un punk hace equilibrio para no caer. Alza una pequeña bandera que ondea extendida y pareciera que el águila intenta desprenderse y alzar la libertad en su vuelo de ave. Estrógeno y progesterona invaden la explanada; y los policías, literalmente como perros, olfatean el ambiente. Solo hay humor de axila empapada y olor a Puma, Nike y Converse sudados. La chica de los tenis de AMLO está en la punta del grito. Destacan algunas canas, los fósiles de los movimientos sociales de antaño, con sus coletas añejas y sus barbas de chivo expiado. Rejuvenecen o sienten que rejuvenecen con esta furia desatada en el #YO SOY 132. Ana, la de ojos orientales, apenas tiene 14 años levanta impetuosa su cartelón: “Mas si osare un extraño enemigo/ profanar con su planta tu suelo/ piensa ¡oh Patria querida! Que el cielo/ un soldado en cada hijo te dio”. Y en rojo destaca: “Te lo sabes, lo cantas pero… ¿eres un soldado para nuestra patria?”. Su hermana es parte del grupo de organizadores y alza su cartulina cuando un Beatle plateado pasa apoyando al movimiento y el conductor suena el claxon reiteradamente: “Mami: te amo, no me regañes por favor! P.D. Traje a mi hermana”. Hidalgo, desde su pedestal patriota, extiende su brazo derecho sobre los jóvenes como bendiciendo su presencia, su atrevimiento histórico, su despertar en el nuevo siglo. Por fin despiertas, ciudadano, parece decir en el siglo de los jóvenes, el siglo de la nueva generación. Gerson albea, como el esplendor de un fantasma vespertino, con su crónica perdida. Camina con paso de torero parteplaza. Más tarde, como dice el corrido: “llegó rengueando un viejito/ a las puertas de un palenque” apareció El Foco (con “c” o con “k”), apergaminado y arrastrando la pierna izquierda con la rodilla deshecha. Sus andanzas en manifestaciones cansadas del D.F. quedaron en el recuerdo. Su cámara sigue fiel, registrando la cronología de nosotros los soñadores y ahora de estos muchachos que están encendiendo la chispa de la participación social del nuevo siglo. Un movimiento joven, enérgico, vigorizante y apasionado que encontró su guía en las temibles redes sociales de la electrónica y la comunicación en red. La chica de los tenis de AMLO grita y salta tras la sombra de Margarito Cuéllar, el poeta mordido por el sol de Monterrey, que arrastra sus poemas legendarios de cincuentaytantos años. Los marcha fue cansada, el calor agotó el paso. Atrás, como en la víbora de la mar, la melena de Eleocadio es sacudida por el viento. Y mira los edificios mientras avanza con una parsimonia riesgosa de saber que los de atrás se quedarán ¡tras, tras, tras! También Ximena Peredo es un rayo dorado empujando al movimiento de la inconformidad y al mismo tiempo del despertar. ¿Qué pasará después? Nadie sabe, no hay profecía que acierte al futuro de estas manifestaciones. Por ahora hay predicadores de fe. Una generación Inconforme que seguramente marcará el destino inmediato de las generaciones que vienen después. Inédita marcha del siglo XXI en Monterrey. ¿Y qué harán los gobernantes, los partidos políticos, las instituciones, los poderes? ¿Qué haremos los padres y los hermanos; los religiosos, los viejos? ¿Qué las madres? ¿Y qué el candidato que ganó, como alguien dijera: “a la mala”? ¿Qué el candidato que se siente dos veces perdido injustamente? Quizá no haya respuestas o quizá las respuestas guarden silencio o jueguen en su intención. Lo cierto que el cansancio de los viejos peregrinos de la democracia se mitigó en El Nuevo Brasil bajo el generoso amparo de unas caguamas que sirvió Moani. Y el cansancio ausente de los jóvenes, de los muchachos: fresas y nacos, ricos y pobres, comprometidos y curiosos, inteligentes y despistados espera desde ahora el nuevo momento, el: ¿y ahora qué sigue?. La chica de los tenis de AMLO canta frenética, siguiendo la voz multiplicada, las notas del Himno Nacional. Y las gorras y paliacates, los tapabocas, las cartulinas con sus letreros empezaron a dispersarse en el horizonte moribundo de la tarde sabatina de una ciudad sin futbol de temporada.

CLAVÍCULAS SIN PALABRAS

Suben desnudos por la escalera el hotel huele a orín al herrumbre putrefacto de los amores frugales. La ocasión de los cometas en el universo de un mismo signo zodiacal. Afuera los nísperos maduran su color, Eva odia las palabras, prefiere la estética torcida de los huesos, le gustan las clavículas y la constelación de los lunares en el pecho. el Paraíso canceló el servicio de agua caliente, Adán muere de frío, y descienden otra vez juntos, desnudos por la escalera para perderse en el infierno de la ciudad que les heredó el demonio.

INFRAGANTI

Y dime, le preguntó, qué hacían sus manos bajo tu falda de escolar. Ella sonrió con su picardía de adolescente seductora. Seguían la perversión de su experiencia, dijo al tiempo que recordaba al fresno como un manto sagrado en la noche de luna nueva y a los autos, en ráfagas de luz sobre la espalda, haciendo largas sombras y embarrándolas en las paredes. Reímos a carcajadas, enloquecidos, sabiendo que podíamos ser sorprendidos por la policía. A esa hora, en un lugar como ese, "lo infraganti es inminente" les he oído decir. Y seguimos… ¿Lo hicieron? la interrumpió. Sí, dijo ella mordiéndose suavemente el labio inferior. ¿En plena calle? Sí, contestó inclinando la cabeza y planchando con sus manos los tablones de su falda. ¿Pero tú sabes que eso es una inmoralidad? La interrogó sentenciosa. Ya sé… habló firme y buscó la mirada de su interlocutora… tanto como lo que usted me pide que haga para poder salir de este lugar.

PRIMEROS PASOS DE ELIAN

Cae que no cae, despertó a su “mama” cae que no cae, cayó de la cama. Cae que no cae, por entre las sillas cae que no cae, cayó de rodillas. Cae que no cae, su hermano lo alcanza cae que no cae, se cayó de panza. Cae que no cae, subiendo a la mesa cae que no cae, cayó de cabeza. Cae que no cae, por las escaleras cae que no cae, se cayó de veras. Cae que no cae, su abuelo lo vio cae que no cae, por fin se durmió.

LOS MURMULLOS DE LAS MONTAÑAS DE DONDE VINISTE

No sé si se nos está negado el cielo, a ti para vivirlo, a mí para buscarte en esa loca fantasía cristiana de la gloria eterna. En el cuarto aniversario de tu muerte escalé las laderas de esta montaña, siguiendo el camino de los desposeídos, de los abandonados a su suerte mísera para estar más cerca de donde, me han dicho, anidan las almas de los hombres y mujeres muertos. Hice la fatiga, cansé mis piernas y me bañó el sudor, fui dejando la polución de la ciudad a donde huí en mi adolescencia y llegué a donde los cuervos graznan recelosos. Grité tu nombre y el eco me volvió la voz en resonancia y el cielo, profundamente azul, con su luna desgajada, retando a la hostia de un sol apenas tibio, guardó silencio. En el horizonte del oriente, donde las llanuras pardas crean espejismos y tu cuerpo reposa la paz de los difuntos, divisé tu tumba abandonada. Y lloré, como lloran los huérfanos de padre, quedito y en silencio, sin más testigos que los árboles y los murmullos de las montañas de donde viniste a multiplicar tu nombre y a repetir tu sangre. Otra vez me voy sin encontrarte sin saber cuántas montañas hay que trepar para alcanzar tu cielo y verte de nuevo.

ESTATUA DE SAL

Atado a la cuerda de la esclavitud de un mal presagio, el infeliz siguió el camino de los condenados, preso de sí, del más enconado rencor a su miseria, despreciable… y despreciado, contó las últimas horas de sus días, las últimas horas de su año de gracia y escuchó risas y cantos de júbilo a sus espaldas. Eran los hombres y mujeres que poblaron su destino, eran los niños con sus risas estruendosas de cohetones en el cielo. En la víspera, durmió solo, bajo las colchas del olvido. Ahogado en la humedad, sus ojos de pescado muerto, indiferentes, derramaron sangre; y el sudor, como un mar enfebrecido, lo fue envolviendo con cristales punzantes y vivió en carne propia la suerte del bacalao. Al amanecer de un nuevo día, en el retoño de otro calendario, el infeliz apenas era un mal recuerdo de fin de año.

Mariachi

Parsimonioso, cansado, de andar rítmico, como quien baila un vals sobre las olas, al Mariachi lo vi pasar todas las mañanas frente a la escuela. Casi a las diez con diez, con la precisión de los trenes de antaño, volvía a casa, después de vagar la ciudad, después de tocar las estrellas y cantarle a la noche o a los amantes del desvelo. Los niños, juzgando su andar, dicen que volvía borracho; para mí, siempre fue un músico cansado y viejo. En su traje de charro destellaban las aplicaciones y botonaduras de falsa platería. Y en su mano izquierda, balanceándose, el estuche de un violín incógnito, callado y misterioso. Hace días que no lo veo. Extraño la encorvada figura vencida por su sombrero. Unos dicen que murió. Los niños dicen que lo atropellaron el 24 de diciembre. No sé. Pero hace falta esa estampa humana de Vallesoleado.