La daga que ha de matarme será de doble filo y tendrá inscrito tu nombre en la empuñadura. Sucederá en el despertar de un grito que emerja de la entraña de un martes olvidado. El gigante ofendido segará al otoño y un niño vagará descalzo sobre las cenizas encendidas de mi nombre. En la orfandad que causa tu presencia ausente me asalta el perturbado sueño de un final sangriento que no llega, se retrasa, se posterga… Y cae la noche en pausas aletargadas para dar paso a un nuevo día ensombrecido por la duda y el desconcierto. Así, el destino se envilece y la muerte es una larga espera.
Guillermo Berrones