domingo, 14 de diciembre de 2008

ESTAMPA DE MEDIA TARDE

Ayer miré al ladrón de sueños vagando en los rincones de esta ciudad, marchita por la edad acumulada, dando tumbos en su nostalgia. Con las manos en los bolsillos y pateando un bote de cerveza vacío, la desesperación era su signo y la soledad un fardo de angustias. Un poco encorvado. Abrazándose a sí mismo, como quien protege el último pedazo de recuerdo, pasó frente a mí, que me asoleaba un poco para mitigar el frío de diciembre, y pude ver la desgracia en sus ojos de pescado congelado. Su rostro envejeció en la ausencia, en ese rumor opaco que dejan las hazañas de los amores fatuos. Sorbía los mocos del abandono y en la incoherencia de su monólogo murmurante escuché el nombre de una mujer. Helena, dijo, y por un momento pensé que podías ser tú, la misma que dejó la desolación en Troya.

GUILLERMO BERRONES

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