martes, 20 de enero de 2009

PASIONES

Secundino Reyna, el primógenito heredero del diario generacional, recibió de su padre Sebastián, alcalde de Hidalgo, Tamaulipas, en 1909, el resguardo de aquella joya de la familia que iniciara en 1797 el amanuense Segismundo Reyna, venido de Córdoba, España como estibador de un bergantín lusitano que transportaba telas de lino y de dril a las costas veracruzanas. Antes de morir Secundino, su hijo Severo, también primogénito de la nueva generación Reyna, recibió el diario de la genealogía familiar donde se narra el destino de los hijos de cada familia. Fue Severo quien me permitió acceder al baúl de cartas, fotos y documentos, entre los que destacan los diarios de una belleza narrativa que emociona leerlos. Severo aceptó que fotocopiara la carta, fechada en junio de 1958, que uno de los Reyna envió, o intentó enviar (porque la carta está en poder del remitente), a una amiga “íntima” de Ciudad Victoria. La transcribo y comparto tal cual la encontré.
Amiga, hace unos años conocí a una mujer casada con un buen amigo mío y compañero de la oficina de telégrafos donde trabajo. Lo recuerdo muy bien, era una tarde en penumbra y ella y su marido estaban con otros compañeros charlando bajo las sombras de los nogales iluminadas por las farolas tenues en el jardin de los coyoles amarillos. Me acerqué a saludar al grupo y amablemente mi amigo me presentó a su esposa. Sé que la socarronería y el arrebato de este recuerdo te pueda resultar chocante; pero la verdad es que cuando ella se volvió para saludarme, su sonrisa y la expresión de su rostro iluminaron más aquel momento. Era un verdadero ángel, una mujer sencilla, elegante, atractiva y alegre, también muy joven y de un espiritu doblemente jovial. Sonrió y me saludó con un halago inesperado que me ruborizó. Me sentí invadido de un extraño sentimiento de envidia y perversión. Afortunadamente lo que dice la nueva litaratura de una ciancia, que en Europa (dicen) está despertando gran interés por los aciertos sobre la conducta humana, impuso el rigor del SUPER YO al instante; y el momentáneo deseo pecaminoso hacia la mujer de mi prójimo y amigo se desvaneció; y la perversión desatada desde que la vi de espaldas en aquel grupo sin saber quién era ella, los sacudió la brisa vespertina del verano. Pero en confianza te confieso que inmediatamente me eanmoré de ella. Pasé muchos meses, años incubando la pasión, el deseo y el amor hasta que en un verano tibio y húmedo tomé la decisión de invadir por asalto su alma y su cuerpo. Cómo olvidar aquella noche en que la luz se hizo presente en el asiento de mi auto, cómo reinvindicar la traición a mi amigo, cómo resarcir la moral perdida, cómo abandonar su cariño si el amor nos unió en el silencio de la eternidad. Desde entonces la luz, su luz, ilumina mi vida. La amo intensamente y no sé si la merezca o no, pero me resultaría imposible vivir sin su presencia.
Tú que eres tan sabia, tan inteligente, tan amiga, tan mujer, ¿crees que hago mal en estar enamorado así de una mujer que no me pertenece? Espero ansioso tu pronta respuesta. Gracias por leerme, te quiero mucho.

Ángel Reyna

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