domingo, 10 de octubre de 2010

Obsequio

Trajo de regalo un año envuelto
en su piel adolescente
vino descalza
retando al fuego envejecido
de un almanaque de cocina.
El clamor impúdico de sus pechos
encendió el incienso
de la perversión
y en el ritual tragué el cítrico sumo
de sus labios,
doblegado ante la sabia irreverente,
de sus escasos años,
rogué, supliqué, pedí
que sepultara mi esqueleto
en el osario de los tiempos muertos,
ella sólo cumplió un deseo:
amortajar una docena de meses de hotel.

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