martes, 29 de septiembre de 2009

UÑAS ROTAS

Esperé la quietud de la noche. Agazapado en la oscuridad incógnita y siniestra de la calle. Incrédulo y desconcertado desatinaba en el intento por tratar de ordenar las imágenes en mi cabeza adolorida. Burbujas de colores aturdiendo mis sentidos con su incesante concierto de blop dop. Los edificios invertidos. La luna rota. El cielo negro y sin estrellas. Lúgubre. Mi cuerpo tirado sobre la banqueta. La mejilla derecha batida en un charco acuoso y cálido. Mi nariz percibe la herrumbre de mi fracaso. Huelo la porquería del mundo. Me siento. Embarro mi espalda contra la pared. Un frío escrotal me sacude. El mundo se endereza recuperando la verticalidad. La calle desierta duerme plácidamente y los grillos sisean mis lamentos.
Todo estaba bien planeado. La calle. La esquina. El rincón. La noche. La víctima. Yo y el golpe. El golpe seco. Certero. Luego correr en busca de Laura. Abrazarla y mostrarle mi triunfo. Su deseo. La suerte escurre nuevamente del hueco de mis manos. Se retuerce mi estómago. La rutina, las deudas y los recibos borran la alegría de su cumpleaños. Habrá que empezar de nuevo. Una sonora carcajada abandonó el dolor. Las paredes solitarias rieron contagiadas. Erguí mi cuerpo de hojalata y caminé convencido que mañana lo lograría. Huyo de la traición de la noche. Abrazo a Laura. Siento la tibieza de sus pechos y me enredo a su ternura.

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