sábado, 1 de febrero de 2014

LA MARCHA DE MONTERREY

El sol, tirándose en el horizonte, dejó caer su luz sobre la espalda de Madero, el prócer de la democracia, extendiendo su sombra en las baldosas del callejón 15 de mayo. Su brazo izquierdo en jarras y con un gesto adusto parecía protestar la imagen que se le presentaba enfrente: una multitud de jóvenes inquietos gritando consignas y levantando cartelones improvisados, protestando los resultados recientes del ejercicio democrático de la elección de presidente de la República. Gritos ensordecedores y un aparato de sonido débil, apenas audible, desde donde se arengaba a no permitir el fraude electoral. El repudio al recién electo Peña Nieto hacía eco en la enorme manta roja, pendiente del edificio de la plaza Centenario, donde un letrero pretende convencer y convencerse en sus propias palabras: GANAMOS PEÑA NIETO PRESIDENTE. Y a lo lejos el símbolo de los regiomontanos: un cerro de la silla imponente, enmarcando el escándalo de la jovialidad, rodeado de nubes blancas. Tú eres pueblo dicen las tirillas que reparte una chica de minúsculos pantaloncillos. Y la sonrisa, en el rostro agrietado de doña Rosario Ibarra, luce satisfecha. Pepe Charango se esfuerza en tratar de convencer a un joven (de piel muy blanca y terriblemente erosionado su rostro por los volcanes que produce el acné) de que este movimiento será efímero y no cambiará nada. Le resume su experiencia setentera y el juicio de entonces a Echeverría. Y no pasó nada, le dice. No pasará nada tampoco ahora, asegura, es la historia de siempre. El chico bombardeado no sabe qué responder, apenas alcanza a sugerir que si esto se retoma y repite en todos los estados, se puede cambiar el mundo que le ofrecemos los adultos y los gobernantes y los partidos y los padres. Luego inventa una excusa y huye del envolvente discurso de Pepe. En la parte alta de la Macroplaza, Cielito lindo, un viejo activista del magisterio de la sección cincuenta, trata de explicarse el fenómeno y siente cosquilla de participar. Ya vio discurrir a Tomás Armas, aquel inquieto promotor del canto nuevo y de los espacios culturaleros que mezclaron pensamiento, ideología y cerveza en su novedoso espacio: La noria. Cielito lindo se convence de que hay que dejar a los jóvenes y aplaca su cosquilla. Su hermana está a su lado, expectante, paseando entre los manifestantes que recorrieron acalorados y sudorosos el centro de Monterrey para llegar a la concentración de la Macro. Sobre un macetero de cantera, junto a la fuente y a las escaleras del sur de la explanada, un punk hace equilibrio para no caer. Alza una pequeña bandera que ondea extendida y pareciera que el águila intenta desprenderse y alzar la libertad en su vuelo de ave. Estrógeno y progesterona invaden la explanada; y los policías, literalmente como perros, olfatean el ambiente. Solo hay humor de axila empapada y olor a Puma, Nike y Converse sudados. La chica de los tenis de AMLO está en la punta del grito. Destacan algunas canas, los fósiles de los movimientos sociales de antaño, con sus coletas añejas y sus barbas de chivo expiado. Rejuvenecen o sienten que rejuvenecen con esta furia desatada en el #YO SOY 132. Ana, la de ojos orientales, apenas tiene 14 años levanta impetuosa su cartelón: “Mas si osare un extraño enemigo/ profanar con su planta tu suelo/ piensa ¡oh Patria querida! Que el cielo/ un soldado en cada hijo te dio”. Y en rojo destaca: “Te lo sabes, lo cantas pero… ¿eres un soldado para nuestra patria?”. Su hermana es parte del grupo de organizadores y alza su cartulina cuando un Beatle plateado pasa apoyando al movimiento y el conductor suena el claxon reiteradamente: “Mami: te amo, no me regañes por favor! P.D. Traje a mi hermana”. Hidalgo, desde su pedestal patriota, extiende su brazo derecho sobre los jóvenes como bendiciendo su presencia, su atrevimiento histórico, su despertar en el nuevo siglo. Por fin despiertas, ciudadano, parece decir en el siglo de los jóvenes, el siglo de la nueva generación. Gerson albea, como el esplendor de un fantasma vespertino, con su crónica perdida. Camina con paso de torero parteplaza. Más tarde, como dice el corrido: “llegó rengueando un viejito/ a las puertas de un palenque” apareció El Foco (con “c” o con “k”), apergaminado y arrastrando la pierna izquierda con la rodilla deshecha. Sus andanzas en manifestaciones cansadas del D.F. quedaron en el recuerdo. Su cámara sigue fiel, registrando la cronología de nosotros los soñadores y ahora de estos muchachos que están encendiendo la chispa de la participación social del nuevo siglo. Un movimiento joven, enérgico, vigorizante y apasionado que encontró su guía en las temibles redes sociales de la electrónica y la comunicación en red. La chica de los tenis de AMLO grita y salta tras la sombra de Margarito Cuéllar, el poeta mordido por el sol de Monterrey, que arrastra sus poemas legendarios de cincuentaytantos años. Los marcha fue cansada, el calor agotó el paso. Atrás, como en la víbora de la mar, la melena de Eleocadio es sacudida por el viento. Y mira los edificios mientras avanza con una parsimonia riesgosa de saber que los de atrás se quedarán ¡tras, tras, tras! También Ximena Peredo es un rayo dorado empujando al movimiento de la inconformidad y al mismo tiempo del despertar. ¿Qué pasará después? Nadie sabe, no hay profecía que acierte al futuro de estas manifestaciones. Por ahora hay predicadores de fe. Una generación Inconforme que seguramente marcará el destino inmediato de las generaciones que vienen después. Inédita marcha del siglo XXI en Monterrey. ¿Y qué harán los gobernantes, los partidos políticos, las instituciones, los poderes? ¿Qué haremos los padres y los hermanos; los religiosos, los viejos? ¿Qué las madres? ¿Y qué el candidato que ganó, como alguien dijera: “a la mala”? ¿Qué el candidato que se siente dos veces perdido injustamente? Quizá no haya respuestas o quizá las respuestas guarden silencio o jueguen en su intención. Lo cierto que el cansancio de los viejos peregrinos de la democracia se mitigó en El Nuevo Brasil bajo el generoso amparo de unas caguamas que sirvió Moani. Y el cansancio ausente de los jóvenes, de los muchachos: fresas y nacos, ricos y pobres, comprometidos y curiosos, inteligentes y despistados espera desde ahora el nuevo momento, el: ¿y ahora qué sigue?. La chica de los tenis de AMLO canta frenética, siguiendo la voz multiplicada, las notas del Himno Nacional. Y las gorras y paliacates, los tapabocas, las cartulinas con sus letreros empezaron a dispersarse en el horizonte moribundo de la tarde sabatina de una ciudad sin futbol de temporada.

No hay comentarios: